Female Forward
En la ciencia sí existe el género: desigualdad en la medicina
Depresión, ansiedad, estrés... ¿histeria? De acuerdo con el libro Perspectiva de género en la medicina de María Teresa Ruiz Cantero, las mujeres son etiquetadas con mayor frecuencia con alteraciones emocionales y problemas de salud mental cuando presentan una enfermedad, minimizando e ignorando muchas veces sus síntomas. La consecuencia de esto es que, a nivel mundial, se han identificado 700 patologías diagnosticadas de forma tardía a las mujeres.
Los estereotipos de género en la ciencia han creado una barrera doble contra las mujeres. Por un lado, todavía persiste una brecha de participación e inclusión en las carreras STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas por sus siglas en inglés), en donde sólo 3 de cada 10 mujeres mexicanas eligen estudiar disciplinas que usualmente son etiquetadas como “de hombres”. Por otro lado, ellas también han sido relegadas y subrepresentadas en una multiplicidad de investigaciones y estudios médicos como sujetos de estudio.
¿Por qué sí importa el sexo?
En 1991 se utilizó por primera vez el concepto sesgo de género en el campo de la medicina. El término surgió al descubrir que existía una diferencia sustancial en el número de angiografías coronarias realizadas en hombres y mujeres: al llegar al hospital y con dolor de pecho, a ellos se les realizaba un estudio mientras a ellas se les recetaban ansiolíticos, lo que significaba un gran riesgo para su salud.
Se tiene la creencia de que los hombres tienen un mayor riesgo de sufrir un infarto; sin embargo, las mujeres tienen 50% más probabilidades de recibir un diagnóstico erróneo cuando se trata de enfermedades cardiovasculares.
¿Por qué? Porque la investigación sigue enfocándose principalmente en hombres, por lo que se ignoran las diferencias tanto biológicas como sintomatológicas que presentan las mujeres. Esto aumenta las comorbilidades, la mortandad y la desinformación: la principal causa de muerte en mujeres son los ataques al corazón…no el cáncer de mama, como se cree popularmente.
Durante décadas, la ciencia ha tomado al hombre como modelo de estudio. Este tipo de sesgo en la medicina representa una falla tanto en la teoría, la metodología como en la práctica ya que no incluir en el diseño y en el análisis las diferencias de sexo resulta en diagnósticos inadecuados o tardíos.
La medicina no puede ni debe ser ‘unisex’ ni ‘talla única’, y se ha aprendido que los modelos de tratamiento deben adaptarse a las diferencias biológicas y anatómicas de los sexos.
En esencia, no somos iguales
La brecha de género es un fenómeno social y cultural perpetuado por los estereotipos y roles de género. En el caso del quehacer científico, si bien puede no ser intencional, se encuentra tanto en las aulas como en la práctica y les afecta tanto a ellas como a ellos. Al existir preconcepciones sobre su comportamiento y necesidades, los diagnósticos y tratamientos pueden presentar sesgos.
Si bien a la fecha persiste esta brecha—ejemplo de ello es la falta de incorporación de datos de género en ensayos clínicos— desde 1994 la NIH ha recomendado, impulsado y estandarizado la inclusión de mujeres en la investigación científica como un esfuerzo para reconocer su impacto y reducirlo.
Todavía tenemos mucho camino que recorrer y esto se hizo evidente durante la pandemia por Covid-19. Poco tiempo después de que comenzara la vacunación, surgieron testimonios en forma de tuits y conversaciones en línea sobre cambios en la menstruación. Si bien en un inicio se afirmó que no había efectos secundarios ligados a la menstruación, o que éstos representaban casos aislados, un estudio publicado en 2022 por la revista Obstetrics & Gynecology corroboró que sí existía relación entre éstas. Este efecto secundario no se sumó a la lista de reacciones adversas ya que los primeros ensayos clínicos iniciales no rastrearon esta información.
La calidad, la eficacia y la seguridad de las vacunas no es demeritada por un efecto secundario que, al momento, se ha confirmado no tiene consecuencias a largo plazo. Sin embargo, la omisión de esta variable –aspecto fundamental de la anatomía y salud femenina–, además de provocar desconfianza, propicia el surgimiento de noticias falsas que generan rechazo, pánico y temor a las vacunas.
Tomar en cuenta las preocupaciones y testimonios de las mujeres, además de fomentar la equidad y la transparencia en las investigaciones científicas, aumenta la confianza de la vacuna, en este caso, y ayuda a luchar contra la desinformación, el escepticismo y la preocupación generalizada.
Latinas en la medicina
Hay mujeres que han dedicado su carrera a estudiar y tratar padecimientos específicos de las mujeres, un gran ejemplo es Eva Ramón Gallegos, investigadora y científica mexicana que se ha especializado en la búsqueda de tratamientos para erradicar el cáncer cervicouterino provocado por el virus del papiloma humano. En el 2018 logró eliminar el virus en 29 mujeres, convirtiéndose en líder mundial en la lucha contra una enfermedad que infecta al menos al 90 por ciento de las mujeres en México y es la segunda causa de muerte en mujeres en el país.
Nubia Muñoz, patóloga y epidemióloga colombiana, estudia los diferentes tipos de cáncer que afectan a las poblaciones pobres, quien ha identificado los agentes infecciosos relacionados con el cáncer de estómago, hígado y VPH. Fue ella quien descubrió que el virus del papiloma humano es la causa principal de este último tipo de cáncer, lo que le valió el premio Nobel de Medicina en el 2008.
Por su parte, María Amparo Pascual, médica y la primera bioestadística cubana, es la fundadora y directora del Centro Nacional Coordinador de Ensayos Clínicos de Cuba (Cencec) y en los últimos treinta años se ha dedicado a los ensayos clínicos en oncología y otras especialidades. Su trabajo fue acreditado en el 2011 como un ejemplo en la región por la OMS y ha sido pieza clave para mejorar la calidad médica, los estándares de diagnóstico y los tratamientos de las enfermedades en su país.
Un esfuerzo importante a nivel regional es la creación de la Red de Género y Salud ALAMES-Cuba, que ha enfocado su labor a introducir el género en la medicina cubana y que ha producido investigaciones en materia de sexualidad, enfermedades como el VIH, infertilidad y ha aportado diferentes propuestas metodológicas sobre el enfoque de género en los ensayos clínicos, todo esto a pesar de los retos y dificultades que enfrenta el personal médico y de salud en Cuba.
Si bien todavía hay mucho camino que recorrer, la situación ha mejorado en las últimas décadas. En Chile, por ejemplo, la Cátedra de Metodología de la Investigación Científica de la Escuela de Medicina de la Universidad de Valparaíso ha desarrollado y publicado una serie metodológica general en bioestadística y epidemiología clínica sobre cómo el sexo y el género influyen la investigación científica, puedes leer un extracto aquí.
Actualmente hay más mujeres estudiando y trabajando en carreras STEM; el 46% de los estudiantes de medicina son mujeres. De acuerdo con un estudio, la inclusión de mujeres en la investigación científica resulta en un aumento de hasta el 30% de probabilidades de que el trabajo contemple un análisis de sexo y de género.
En el Día Internacional de la Mujer, además de reivindicar el papel de la mujer en la sociedad, también es necesario analizar el estado que guardan las ciencias para las mujeres. Las consecuencias de la falta de inclusión y los estereotipos de género son reales y tangibles: la invisibilización de la mujer en la ciencia no sólo perpetúa la brecha de género en lo profesional, también representa un riesgo a la salud.