Economía 2024
El Mediterráneo entre la incertidumbre y la esperanza
Tras superar un año 2023 de continuos sobresaltos, el mundo sigue cambiando a un ritmo acelerado por el impulso del progreso tecnológico, los factores geopolíticos, el cambio climático, el proteccionismo o los efectos de la pandemia. Los últimos indicadores trastocan las economías, como la inflación sin precedentes en 30 años. Todas estas incertidumbres impactan en la economía e influyen en las decisiones de empresas e inversores.
Entramos en un período marcado por la incertidumbre e inestabilidad política, social, económica y financiera y por enormes desafíos. En el Mediterráneo, los países y las empresas, deben reelaborar sus políticas actuales y crear un ecosistema que permita que tanto la sociedad como la economía prosperen tanto en los mercados internos como en el comercio internacional.
Valorado en 1.100.000 millones de euros anuales, el comercio entre los países mediterráneos es apenas un tercio del comercio global entre el Mediterráneo y el resto del mundo y contrasta con otras regiones prósperas, donde los principales socios suelen ser los vecinos. Las exportaciones son más competitivas cuando los países las realizan juntos, aprovechando las diferencias en habilidades, mano de obra, recursos y grupos industriales para fabricar en sinergia productos mejores, más rápida y eficientemente.
Los datos económicos tienen muchas opciones de mejora. El comercio exterior de los países Mediterráneos representa casi el 45 % del Producto Interno Bruto (PIB), pero un tercio es energía. Los 10 países del área sur y oriental son el segundo socio comercial de la Unión Europea (UE), pero solamente reciben el 12 % de las exportaciones comunitarias. Exportaciones procedentes, básicamente, de solamente cinco países: Italia, Alemania, Francia, Gran Bretaña y España. Las inversiones entre los países Mediterráneos suman aproximadamente 200.190 millones de euros.
La regionalización ha mejorado la competitividad económica y la prosperidad en otras zonas del mundo, podría hacer lo mismo entre el Mediterráneo y la UE. El Mediterráneo ha sido una zona comercial activa y vibrante durante milenios. Su ubicación en el mundo es estratégica, entre África, Asia y Europa, y debe tener la ambición para convertirse en actor clave en la escena internacional.
El Mediterráneo se enfrenta a los mismos retos que otras zonas del mundo y las empresas y gobiernos deben reaccionar en conjunto diversificando las economías, evitando depender del turismo, eligiendo proyectos que no lastren el crecimiento futuro y aprovechando las oportunidades como la localización entre tres continentes, las nuevas tecnologías, los recursos humanos, el legado común para enfrentarse a los problemas comunes.
La integración regional es el camino hacia la sostenibilidad y la supervivencia. La región mediterránea puede transformarse en un centro internacional para la fabricación y el ensamblaje desde el que acceder a África, Asia y Europa, e influir en los mercados mundiales, colocar la región en la escena mundial, atraer más inversiones e incentivar otros sectores industriales. Apostar por la eficiencia en las cadenas de suministro, como ejemplo, desarrollar el coche eléctrico y sostenible, y aprovechar las oportunidades y la experiencia para enfrentar a la competencia
Una posible integración atraería empresas internacionales y crearía decenas de miles de puestos de trabajo en una zona donde el paro alcanza cifras preocupantes. Podría hacer ganar anualmente a cada país de la región un aumento de las exportaciones del 1% al 3% del PIB.
Se valora el tiempo de una forma nueva. Las fábricas a miles de kilómetros de distancia pueden significar pérdidas de ventas en el momento en el que el consumidor desea una entrega rápida. La producción remota se ve afectada por los errores y problemas en las cadenas de suministro, los conflictos e inseguridades o los desastres climáticos.
La política refleja estas preocupaciones e influye en los nuevos acuerdos comerciales al defender la seguridad nacional y gestionar los lazos comerciales. Pero el camino es obvio y consiste en seleccionar las herramientas adecuadas, las prioridades correctas e implementarlas de forma eficiente de manera conjunta en una región evidentemente interrelacionada.
Otra oportunidad única para involucrar a los países de la región en una estrategia integral surge de la necesidad de proporcionar un suministro de energía adecuado y cada vez más limpio y renovable a toda la región. También fomentar un nuevo modelo de desarrollo basado en impulsar lo digital, lo verde y lo azul. Y tomarse en serio el cambio climático. Apostando por las sostenibilidad en el sector turístico, agrícola, textil, en la automoción y la logística.
La región mediterránea puede convertirse en una pujante frontera de producción norte-sur, acortando los circuitos logísticos y reduciendo la huella de carbono. Se trata de diversificar, conectar y ser eficiente. Rescatando y reforzando a las pymes, fomentando el espíritu emprendedor de jóvenes y mujeres.
La región ya no es solamente una oportunidad para las empresas europeas, sino una necesidad. Hay que apostar por una política mediterránea coherente, inclusiva, en las que se hable de juventud, mujer, movilidad, energía, intercambio de conocimientos, integración e innovación. Los destinos de Europa y África están enlazados y el Mediterráneo es el espacio natural donde convergen 1.800 millones de habitantes.
El futuro de la región depende de su capacidad para adaptarse a las nuevas realidades. Es el momento de actuar para que el Mediterráneo se sitúe como la mejor opción de comercio entre los tres continentes y es la única manera de dar esperanza y de crear futuro a los millones de personas que viven en sus orillas.