Seguridad
La OTAN, garantía de la seguridad
La Organización del Tratado del Atlántico Norte es la garante de la seguridad y por ende de la prosperidad de los países que conforman la comunidad transatlántica. La situación actual en Ucrania, derivada de la guerra provocada por Rusia al invadir su territorio debería hacer dejar de lado por incongruentes cualquier cuestionamiento sobre la utilidad actual de la Alianza y cualquier discusión sobre cuál debe ser la amenaza sobre la que la OTAN ponga el foco a la hora de desarrollar su nuevo Concepto Estratégico.
Pero si bien es cierto que Rusia representa, actualmente, la única amenaza existencial para algunos de los países miembros de la Alianza y que ello requiere una postura de fuerza que se traduzca en un mensaje disuasorio explicito, también lo es que del Mediterráneo y, especialmente, del Norte de África y Próximo Oriente emana una situación de inestabilidad que provoca enormes retos cuya base es el terrorismo yihadista.
Todo lo anterior hace que la capacidad de disuasión de la OTAN y la de sus países miembros cobre más importancia aún si cabe.
Hay un hecho que no suele tenerse en cuenta, y es que una organización, sea cual sea su naturaleza, es tan débil como el más débil de sus miembros. Es decir, en la medida que estos sean más fuertes individualmente así será la fortaleza de esta.
Cuando se habla de la defensa colectiva, por lo general, se hace referencia al artículo 5, con el cual todos estamos muy familiarizados debido a los últimos acontecimientos. Pero el artículo 3 tiene tanta o quizás mayor importancia, pues establece que cada país miembro deberá mantener y desarrollar unas capacidades mínimas acorde a sus posibilidades que le permitan hacer frente a una agresión armada. Este apartado por sí solo podría ser objeto de un estudio pormenorizado.
Desde la región ártica hasta el Mediterráneo occidental, Rusia se presenta actualmente como una amenaza real y creíble contra los intereses de los países que conforman la OTAN. En el Este es claramente una potencial amenaza existencial que obliga a la alianza a reforzar sus medidas disuasorias en todo ese flanco.
Pero en la región Mediterránea la amenaza es mucho más sutil. Mucho más relacionada con la capacidad de desestabilización del flanco sur de la Alianza. No obstante, la presencia rusa en el Mediterráneo, notablemente incrementada en los últimos tiempos tiene también mucho que ver con lo que está sucediendo en el Este de Europa.
La presencia de numerosas unidades navales rusas en el Mare Nostrum, así como la base permanente en el puerto sirio de Tartus y el acuerdo con Chipre para la utilización de sus puertos como puntos de apoyo y mantenimiento no solo indican la firme voluntad de Rusia de ejercer su influencia en la zona, sino que en el contexto actual supone una clara advertencia por su capacidad de atacar objetivos en profundidad en el territorio de la OTAN así como, en un momento dado, contribuir al aislamiento de Ucrania controlando las SLOC,s (Sea Lines of Communications).
El papel de la OTAN en Próximo Oriente y el Norte de África, un teatro política y operacionalmente muy complejo, es indispensable. Sin embargo, la presencia e impacto de la OTAN en esta región se ha visto en no pocas ocasiones limitado por elementos que conciernen a la priorización y la viabilidad. Esto se ha traducido en que los países miembros han discrepado sobre si la alianza debe comprometerse en su flanco sur. Evidentemente la situación geográfica de cada socio marca sus prioridades y su percepción de las amenazas, y ello ha afectado a su capacidad de aportar respuestas a la amplia gama de problemas de la región limitándola en no pocas ocasiones.
El entorno de seguridad en la periferia meridional de la OTAN constituye un reto. La región que abarca desde Libia hasta Oriente Próximo y el Golfo Pérsico concentra un amplio espectro de amenazas que van desde conflictos regionales hasta la existencia de estados fallidos, el terrorismo y el fenómeno del crimen organizado transnacional que en muchas ocasiones va aparejado al propio terrorismo.
Así mismo, la seguridad de la Alianza y las sociedades de las naciones que la conforman afronta otros riesgos tanto directos como indirectos: los fenómenos migratorios descontrolados, la inseguridad y el cambio climático. Del mismo modo, el aumento de la presencia tanto de Rusia como de China, principalmente en el continente africano y en países del Sahel, hacen que el papel de la OTAN sea mucho más pertinente y necesario en la región.
Hasta el momento, el papel de la OTAN en el Mediterráneo, que es lo mismo que hablar de Próximo Oriente y el Norte de África, puede considerarse secundario dentro de su Concepto Estratégico. Es de esperar que tras la próxima reunión de Madrid y con la actualización de este, refleje de forma clara y ponga de relieve la necesidad de profundizar en el concepto de seguridad cooperativa para que la OTAN se implique con la finalidad de tener peso en la estabilidad general de la región. No se puede olvidar que otras potencias externas parecen tener las ideas claras sobre la importancia de esta región y sus objetivos a conseguir en la misma. Cualquier desvinculación por parte de la OTAN o de las potencias occidentales de la problemática de esta zona probablemente conllevaría enormes riesgos.
La apabullante actualidad nos obliga a poner el foco en el flanco Este, pero no se debe olvidar que, en el Sur, lenta y sutilmente se está generando una situación cuya evolución puede llegar a suponer un riesgo mayor que la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Fenómenos como el terrorismo yihadista y los enormes flujos migratorios que este ha provocado han demostrado su capacidad para generar una situación de inestabilidad que puede llegar a poner en riesgo la misma unidad dentro de la Alianza. Del mismo modo que desde esta esquina del continente en ocasiones cuesta entender la amenaza que supone un conflicto en el Este, a las naciones del centro y norte de Europa les cuesta visualizar y hacer suyas las amenazas que proceden del Sur. Sin embargo, tanto unas como otras no deben enfocarse ni medirse como amenazas directas a la integridad o existencia de las naciones, sino por sus consecuencias. Y del mismo modo que las consecuencias de la guerra en Ucrania se sufren y sufrirán en cada rincón de Europa y afectan por igual a todos los miembros de la OTAN, una desestabilización en los países ribereños del Mediterráneo e incluso del Sahel tendría consecuencias económicas y humanitarias con el mismo alcance que las actuales.