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Liberalismo
Los siete retos del liberalismo en el siglo XXI

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Tuve la enorme oportunidad de participar en el Seminario "El futuro del liberalismo: Reimaginando la próxima era de la libertad", realizado en la Academia Internacional de Liderazgo de la Fundación Friederich Naumann. En este espacio coincidimos alrededor de 50 liderazgos de diferentes países, con el objetivo de comprender los retos actuales que el liberalismo tiene, frente al aumento de la influencia y poder del populismo político y sus desastrosas consecuencias para la estabilidad internacional.

El reto no es menor. El triunfo de Donald Trump significa un cambio total en el orden global construido desde la caída del muro de Berlín. Al regreso de la geopolítica como elemento diferenciador del proceso político, económico y social del siglo XXI, se suma el reto que significa la disrupción de la Inteligencia Artificial y los efectos cada vez más visibles del cambio climático.

El populismo político, (a diferencia del liberalismo) coloca a la creación de mayorías dentro de sus valores, como el objetivo primordial de su acción política. Este elemento es peligroso porque construye una narrativa colectiva en la que ser parte del Estado y de su visión de la realidad, implica ser sujeto reconocido por la política. Por el contrario, cuestionar mínimamente el ideario de la masa significa ser parte de una minoría perversa, que justifica el aislamiento al individuo.

Para los populistas, la disidencia es un acto de traición, así que se mueve con dos instrumentos: la recompensa a quien niega su individualidad y prefiere ser parte de la masa y, por otro lado, el castigo de la masa a quien la niega. Ese factor diferenciador le permite oscilar como una dictablanda: si alguien disiente del líder supremo, no es él quien castiga, es el pueblo.

Los niveles de manipulación por el aparato de la propaganda populista generan confusión. No hay datos, ni evidencia, ni cifras que no puedan ser avasalladas por el relato social. Hay enemigos en todos lados (migrantes, académicos, críticos), todos son parte de una conjura maligna para que el “pueblo” no pueda alcanzar bienestar o esperanza.

Ese lado perverso del populismo implica también que los mercados no funcionen adecuadamente, porque hay una justificación “moral” para que así sea. El repetitivo uso de la moral como razón de Estado y la manipulación de las causas de fenómenos complejos, son por sí mismos, procesos en los que los individuos van teniendo cada vez menos capacidad para disentir de lo colectivo.

¿Cómo puede el Liberalismo enfrentarse a esto? En el encuentro tuvimos coincidencias importantes: la primera, es crucial escuchar a los grupos que han sido los menos favorecidos por los choques económicos provocados por la globalización. Este segmento no encontró empatía ni apoyo por parte de muchos de los sectores liberales y es hoy fundamental ir a su encuentro.

Segundo, el Liberalismo debe recuperar su esencia como motor de la prosperidad incluyente y compartida. Eso implica que se debe de reivindicar el valor del individuo en toda su expresión, no solamente la dimensión económica. La libertad permite que el ser humano florezca con sus talentos, pero también, que pueda progresar, que tenga espacios de crecimiento personal.

Tercero, el liberalismo debe apoyarse de los artistas. Es la libertad la que permite que tengamos arte, literatura, música, cine. En las dictaduras, siempre se ha censurado cualquier expresión artística. Tenemos que ir por los creadores, escritores y escultores. El arte es por definición, la mayor de las expresiones de la dimensión humana.

Cuarto, retomar los orígenes de la Sociedad Mont Pelerin. En esta no solamente hubo economistas e historiadores, sino que fue un gran mosaico de voces. En esta sociedad fueron participes desde empresarios hasta filósofos, artistas y escritores. El Liberalismo requiere alimentarse de la diversidad y del debate y no de la ortodoxia.

Quinto, tenemos que explicar con humildad y paciencia la complejidad de nuestra época. Esto implica usar a los think tanks, a los medios y a las redes sociales como espacios para hacer pedagogía cívica. También implica argumentar con evidencia y verdad los riesgos de las sociedades cerradas, ya que los efectos no solamente se presentan en la economía, sino, sobre todo en la escalada de conflictos políticos.

Sexto, el Liberalismo debe reacomodarse al proceso geopolítico. Hoy, sí es importante analizar el efecto de Occidente en regiones tradicionalmente explotadas por el mercantilismo y el colonialismo: África, Latinoamérica, el sudeste asiático. Los liberales deben explicar que la Libertad económica y política no tienen que ver con esos procesos en los que las grandes potencias evitaron la evolución social de dichas regiones. La geopolítica importa hoy más que nunca. Es un juego de poder entre dos superpotencias y dos narrativas sociales distintas.

Séptimo, hay que comprender que estamos frente a una nueva versión del conflicto narrado por Tucídides entre Atenas y Esparta. Atenas, la ciudad de los artistas y la democracia. Esparta, la de los soldados y la colectividad. Defender la Libertad tendrá costos políticos, pero es importante apropiarse de los espacios de narrativa social, humanizar los conceptos intelectuales y académicos y, sobre todo, entrar al terreno de la disputa moral, en donde la Libertad puede ganar porque es infinita en sus alcances.

El Seminario concluyó como enorme acto de esperanza común a países y regiones que enfrentamos el auge del populismo. Y es que los liberales debemos ser optimistas y realistas. Es decir, seguir viendo con esperanza el futuro, pero combatir con inteligencia a los enemigos de la libertad. Tengo confianza en que habremos de vencer la batalla de la historia porque la Libertad es más amplia y profunda que cualquier idea de erradicarla.