Política Exterior de la UE
Cómo los retos de seguridad configuraron la Política Exterior Común de la Unión Europea
Autores: Manuel Costa Raposo & Cátia de Carvalho
La invasión de Ucrania el 24 de febrero de 2022 recordó a Europa peligros largamente olvidados tras las muchas décadas de paz que había disfrutado desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Tras las dudas iniciales, la Unión Europea creó una respuesta un tanto cohesionada, acogiendo a desplazados internos y suministrando a Kiev apoyo logístico, desde ayuda médica hasta las últimas y más avanzadas armas disponibles.
Este fue uno de esos raros momentos en los que la Unión tuvo un enfoque común en política exterior, lo que lleva a preguntarse hasta qué punto es vital tener un consenso sobre cómo actuar en política exterior, para poder crear una política de seguridad cohesionada y capaz. Partiendo de esta premisa, este informe analizará cómo tres momentos clave de la historia internacional (los atentados del 11-S, la oleada terrorista de 2015 y, más recientemente, la invasión de Ucrania por parte de Rusia) han configurado el enfoque de la UE en materia de relaciones exteriores y cómo han afectado al papel de Europa como agente de seguridad.
Estos acontecimientos desencadenaron diferentes respuestas que son fundamentales para comprender cómo han evolucionado con el tiempo las actitudes de Europa en materia de política exterior y de seguridad y la necesidad de contar con una estrategia común: las secuelas del atentado contra las Torres Gemelas, el 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, pillaron por sorpresa a la Unión Europea, que no tenía ni idea de cómo proceder. Esa sorpresa llevó finalmente a la OTAN a hacerse cargo de todas las acciones que condujeron a la invasión de Irak en 2003, como el apoyo a Turquía con aviones de vigilancia y sistemas de defensa antimisiles, la ayuda a Polonia con apoyo logístico y -desde 2004 hasta 2011- la ayuda en el adiestramiento de las fuerzas iraquíes. Sin embargo, 14 años después, en 2015, la Unión Europea mostró unidad y cohesión en su actuación tras los atentados sufridos en Francia y Bélgica, como la masacre del Bataclan en noviembre de 2015 en París.
Avanzando rápidamente hasta 2022, la guerra en Ucrania representó una vuelta a la Europa dividida de la Guerra Fría. Sin embargo, lo que se vio fue una defensa casi unilateral de Ucrania por medios no beligerantes, con un esfuerzo europeo solidificado para garantizar que Kiev estuviera bien armada y preparada para resistir el tiempo que fuera necesario, continuando incluso después de que Rusia se viera obligada a retirarse. La guerra también representó un cambio en la política exterior europea, que adoptó una postura de línea dura mucho más firme en comparación con los enfoques más suaves que se intentaron con Rusia en los años previos a 2022.
Por último, también es fundamental examinar los ámbitos potenciales en los que la Unión puede crear un enfoque político común pionero que abarque tanto los asuntos exteriores como la seguridad interior. Desde el punto de vista geográfico, África y el Mediterráneo se presentan como los más significativos de esos ámbitos potenciales, por su proximidad a Europa y por ser zonas en las que la Unión Europea siempre ha invertido. Otro campo, aunque temático, sería el de la desinformación y cómo contrarrestar las acciones de China y Rusia, como la propaganda o el fraude electoral. El continente africano representa una clara oportunidad que Europa debe aprovechar, ofreciendo asociaciones más estrechas y horizontales con naciones que corren el riesgo de ceder terreno a los intereses chinos y rusos, lo que ya ha ocurrido en algunos países -como la República Centroafricana y la República Democrática del Congo- donde la influencia rusa ha causado problemas a los intereses europeos. El vacío, dejado tras la retirada de la región de países como el Reino Unido o Francia, lo ha llenado Rusia asegurándose la ayuda de África en cuestiones cruciales como el acceso a minerales clave, como el platino, el oro o los diamantes, o las reservas de petróleo y gas, y recibiendo su apoyo en la Asamblea General de la ONU. En este sentido, el papel de los Estados miembros europeos, como Portugal, es fundamental para promover los intereses de la Unión Europea, teniendo en cuenta las buenas relaciones que mantiene con sus antiguas colonias en África. Portugal puede servir de puente de conexión entre ambas regiones y ayudar a contrarrestar la creciente influencia de Rusia y China en la región a través de sus lazos con países como Angola o Mozambique.