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Naumann Stories
Fake news y polarización: la oportunidad del storytelling

¿Es el periodista simplemente un verificador de información? ¿Qué mecanismos podemos utilizar para verdaderamente luchar contra la desinformación?
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En México, el 87% de la población consumió información falsa o engañosa en el 2022, colocándonos en el tercer lugar a nivel mundial, empatando con Perú y quedando por detrás de Filipinas (89%). Según la encuesta "Freedom Fights Fake" elaborada por la Fundación en 2020, el 47% de las personas tienen dificultades para distinguir entre noticias reales y falsas. Además, según Statista, el 56.4% de las personas a nivel global se preocupa por la veracidad de lo que consumen en Internet.

Ante una producción incontrolable y aparentemente imparable de noticias falsas, el papel del periodismo para combatirlas es cada vez más crucial. Recientemente, tuve el privilegio de participar en el seminario "Freedom of the Press - Challenges in the Digital Age" de la IAF, donde pude conocer experiencias de periodistas y profesionales de la comunicación de 27 países diferentes. A pesar de las diferencias culturales, políticas y sociales, y de los problemas tan distintos que enfrenta la profesión en nuestros países, existe un punto en común: la desinformación.

La lucha contra las noticias falsas se ha convertido en el gran desafío de los últimos años. Talleres para detectar información falsa, departamentos en medios de comunicación e incluso proyectos enteros dedicados únicamente a la verificación de hechos, iniciativas como Birdwatch (de Twitter, ahora X). Sin embargo, ¿esto ha sido realmente efectivo?

Durante el seminario, surgió la pregunta sobre cuál es el verdadero papel del periodista frente a las noticias falsas. ¿Es el periodista simplemente un verificador de información? ¿Se ha convertido su tarea en refutar noticias en lugar de buscarlas? ¿Es la verificación de hechos la única alternativa? En mi opinión, la respuesta es evidente: no, al menos no únicamente.

Hablar de la importancia de verificar la información y buscar fuentes quedó claro desde el principio. El problema no radica en la falta de ética periodística, sino en la capacidad de ser más potentes que las noticias que carecen de ella. El periodismo debe conectar con su audiencia. Las narrativas y la capacidad de contar historias que la gente quiera escuchar es fundamental en la labor del periodismo y es, en mi opinión, la herramienta más poderosa contra la desinformación. Una historia, cuando es bien contada, vale más que mil palabras.

Según un estudio de la USC (Universidad del Sur de California), se comparten noticias falsas porque la estructura de las plataformas digitales incentiva a hacerlo. Dado que estas plataformas priorizan la interacción, los comentarios y los "me gusta" por encima del tipo de información, este estudio concluyó que compartirla se convierte en un hábito. No es la falta de alfabetización digital, es la conducta que Twitter, Meta o TikTok promueven.

Las emociones, los sesgos políticos y la polarización en redes son elementos que las noticias falsas aprovechan para volverse virales. Apelan a las personas, a sus miedos y a sus creencias. Uno de los ejercicios del seminario consistió precisamente en crear una noticia falsa: una tarea que resultó bastante complicada cuando se le pide a un grupo de periodistas que están acostumbrados a buscar fuentes confiables y proporcionar información verídica. El divorcio falso de una pareja por una supuesta infidelidad, un jardín radioactivo en la esquina del pueblo o la filtración de datos militares fueron solo algunas de las ideas que surgieron y que nos demostraron algo importante: al momento de construir la noticia, no pensamos en si teníamos datos creíbles, sino en contar la historia más entretenida. Su éxito lo medimos no en la veracidad, sino que en las risas, los aplausos y las reacciones que obtuvo cada una. Nos convertimos en nuestro propio medidor de "me gusta", retuits y compartidos.

Debemos reconocer que el escenario digital trajo consigo nuevos retos como las cámaras de eco, la polarización y el el aumento del discurso de odio, creando el escenario perfecto para las fake news. Frente a este panorama, por supuesto que el fact checking y la verificación de información continúan siendo esenciales, no sólo para periodistas sino también para las y los usuarios al momento de compartir información. Sin embargo, esta herramienta por si sola es limitada al eliminar el factor humano de las historias y convertir al periodismo en una especie de eco, y no en la voz primera.

Frente a esto, el profesor Dr. Gernot Wolfram, profesor de gestión cultural y estudios culturales en la universidad Macromedia University y con quien tuvimos el privilegio de conversar en Berlín, nos ofreció una perspectiva alentadora no solo sobre el papel de la narración, sino también sobre el storytelling transcultural como posible herramienta para combatir este nuevo virus.

No creo tener la receta secreta para luchar contra la desinformación, ni que exista una única manera de hacerlo, pero sí debemos aprender a hacerlo en un entorno digital que cambia velozmente. Sin embargo, tras dos semanas de seminario, de conversaciones dentro y fuera del auditorio, y de salir con muchas más preguntas de las que tenía al principio, algo sí me quedó claro: un dato, por más real que sea, no tendrá impacto si no le habla a las personas que lo está leyendo. Desmentir, revisar y corregir es relevante, en tanto el lector se sienta identificado. En el camino de una historia bien contada es que se podrá luchar contra las narrativas falsas.