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COP28
La complicada descarbonización del Mediterráneo

La COP28, celebrada en Dubái, cerró con un acuerdo calificado de histórico
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Apenas se han cumplido 100 días de la histórica cover decision de la COP28 de Dubái y lejos queda aquella imagen en la que el presidente de la cumbre climática, Sultan Al Yáber, se abrazaba al secretario general de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), Simon Still. Ese abrazo reflejaba el éxito de un texto que se calificó de «histórico» y «de éxito» al poner de acuerdo a 192 partes y dejar la puerta abierta al fin de los combustibles fósiles, pero sin establecer una hoja de ruta clara. Solo una meta: 2050.

Durante tres décadas, la mayoría de los acuerdos climáticos miraban a las emisiones de gases de efecto invernadero. Por primera vez, se señaló a los responsables: petróleo, gas y carbón. «Es el principio del fin», apuntó Simon Stiell, máximo responsable de Naciones Unidas para el cambio climático. «Es un claro mensaje», añadió.

El texto da una señal clara a los países de la hoja de ruta que han de tomar para volver a reconducir el calentamiento del planeta y frenar su ascenso para no superar la barrera de los 1,5 grados con respecto a la era preindustrial. La senda actual lleva al planeta a los tres grados y la región mediterránea será, aunque ya lo nota, una de las más afectadas por el cambio climático.

El acuerdo salido de Dubái pide a todos los Estados que «contribuyan» con nuevas medidas como «triplicar la capacidad mundial de energía renovable y duplicar la tasa media anual mundial de mejoras de la eficiencia energética para 2030». Y «acelerar los esfuerzos encaminados a la eliminación gradual de la energía del carbón» que no disponga de sistemas de captura de las emisiones. Además, el acuerdo establece la eliminación progresiva de «las subvenciones ineficientes a los combustibles fósiles» y se incluye el «reducir sustancialmente las emisiones distintas del dióxido de carbono a nivel mundial, incluidas en particular las emisiones de metano para 2030», pero sin un año concreto.

Sin embargo, los combustibles fósiles siguen siendo la fuente de energía dominante en la combinación de energías primarias de la región. En la actualidad, la demanda energética mediterránea representa el 7 % del total mundial y el petróleo es el combustible por excelencia de una región en la que viven más de 500 millones de personas.

Según el Observatorio Mediterráneo de la Energía (OME), los combustibles fósiles representan el 92 % del mix energético de los países de la orilla sur mediterránea, mientras que en el norte son el 65 %. La dependencia del petróleo y el gas aún es fuerte y se muestra en el afán de búsqueda y explotación de nuevos yacimientos. A día de hoy, en el Mediterráneo hay más de doscientas plataformas marinas activas y se están llevando a cabo prospecciones marinas para descubrir nuevas reservas significativas de petróleo y gas.

Para cumplir con lo pactado en París en 2015 y lo refrendado en Dubái en 2023, la demanda total de energía en el Mediterráneo deberá reducirse en una cuarta parte de los niveles actuales, una hazaña desafiante si se considera el aumento de más de 135 millones de población en el Sur, junto con una duplicación de las perspectivas del PIB.

Se espera que la energía renovable desempeñe un papel fundamental, donde la tecnología solar y eólica tendrán un papel protagonista. No obstante, la solar está subexplotada en las regiones del sur del Mediterráneo, con sólo el 2,7 % de la capacidad total de energía solar utilizada. Aunque el coste cada vez menor de los paneles solares está aumentando su accesibilidad, existen desafíos operativos en el contexto mediterráneo. Para 2050 será necesario instalar una capacidad adicional neta de 600 GW, de los cuales aproximadamente la mitad (350 GW) en la región Sur. Las tecnologías eólicas también experimentarán sorprendentes adiciones de capacidad, con un aumento neto total de casi 500 GW, de los cuales 300 GW en los países del sur del Mediterráneo; en la región se implementarán tecnologías tanto terrestres como marinas. En conjunto, las renovables, apenas, representan el 28 % de la generación total de energía, mientras que en 2050 se espera que alcancen la mayor parte de la generación con una contribución del 78 % a la generación total.

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La apuesta nuclear

A pesar de ser una región rica en sol y viento, no todos los países fían la descarbonización de sus economías a estas dos tecnologías verdes. En Dubái (Emiratos Árabes Unidos), más allá de la decisión final, también se llegaron a multitud de acuerdos multilaterales. Una veintena de países buscaron una tercera vía para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a través de la energía nuclear. Francia y Marruecos son dos de los firmantes.

Las previsiones energéticas apuntan a que esta energía tendrá un papel secundario con un 12 % de generación nuclear con el desarrollo de plantas nucleares en varios países del sur de la región (Egipto, Turquía, Jordania y Marruecos), mientras que Francia estabilizará su dependencia de la generación nuclear con la sustitución de reactores antiguos por otros nuevos y más eficientes.

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Ayudas climáticas

El Balance Mundial, conocido como Global Stocktake, se ha llevado todos los titulares. Sin embargo, el otro gran logro de la COP28, el fondo de pérdidas y daños ha quedado olvidado. El Norte Global, por primera vez, aceptó la creación de una ‘hucha’ para pagar los daños que el cambio climático ya ocasiona en los países más pobres.

En el Mediterráneo, el nivel del mar sigue aumentando milímetro a milímetro e inunda tierras agrícolas que las deja inservibles para el cultivo de cosechas. La orilla sur mira al norte pidiendo ayuda para proteger cosechas y restaurar zonas inundadas tras devastadoras lluvias que arrasan hogares y tierras.  Sin embargo, tras 100 días de aquel acuerdo sólo se ha recaudado el 0,2 % del total necesario para paliar estos efectos. Mientras, muchas familias han de abandonar sus hogares en busca de otras tierras, porque no hay espacio para cultivar, ni agua para beber.