Defensa común Europea
Divididos caemos - Por qué Italia debe promover una política de defensa europea
La guerra de agresión de Rusia contra Ucrania ha relanzado el debate en Europa, y en Italia, sobre una estrategia de defensa común.
El tema no es nuevo. En los albores del proyecto de integración europea, después de la Segunda Guerra Mundial, el problema de una defensa europea estaba bien presente para los partidarios del Plan Schuman. De hecho, tras los acuerdos iniciales que crearon la Comunidad Económica del Carbón y del Acero, los seis países fundadores (Francia, Alemania, Italia, Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo) hicieron un intento de crear una Comunidad Europea de Defensa. La ratificación de esta iniciativa no tardó en encontrar oposición; por ejemplo, por parte del parlamento francés, que temía una pérdida de soberanía en materia de defensa. Esta decisión supuso un duro golpe para el proyecto de federación europea. Como escribió el liberal italiano Luigi Einaudi[1], la creación de un ejército común imponía un presupuesto europeo, impuestos comunes, un parlamento capaz de decidir sobre los impuestos comunes, y el ejército común fue visto inmediatamente por todos como la condición necesaria para una federación. De hecho, continuó Einaudi, la defensa común europea presupondría que el embrión de Estado federal europeo, en virtud de la cesión de soberanía en materia de defensa, implicaría una representación diplomática única y, por tanto, una política exterior federal.
Europa, dentro de la configuración bipolar posterior a la Segunda Guerra Mundial, se benefició así de la pertenencia a la OTAN, dependiendo, por tanto, del aliado estadounidense frente al Pacto de Varsovia. Después de 1989, el papel de la OTAN sufrió una importante reducción en términos de recursos desplegados en Europa, aunque muchos países del antiguo Pacto de Varsovia solicitaron -y obtuvieron- el ingreso en la Alianza Atlántica tan pronto como recuperaron su independencia.
Hoy, la guerra en Ucrania impone a los Estados de la Unión Europea tomar una decisión, no sólo en lo que respecta al apoyo a la resistencia ucraniana, sino que, en términos más generales, se hace imprescindible debatir sobre una defensa común europea. Hace unas semanas, los políticos populistas italianos, en particular el grupo populista del movimiento 5 Estrellas, cuestionaron las obligaciones de contribuir a la OTAN. Las obligaciones derivadas de un tratado internacional deben ser respetadas; no se pueden exigir los beneficios sin cumplir con las cargas económicas necesarias. El papel que puede desempeñar la OTAN en un contexto internacional cambiante es una cuestión de debate público. Pero en ese debate un proyecto europeo de defensa se convierte en una cuestión fundamental. Un proyecto europeo de defensa implicaría también una mayor soberanía de Europa en política exterior: las dos cosas van de la mano. El funcionamiento actual de las instituciones europeas sigue estando limitado por la necesidad de acuerdo entre todos los Estados de la Unión. La Unión Europea se encuentra, por tanto, en una encrucijada: lo que está ocurriendo en sus fronteras, la guerra de Ucrania hace que surja la necesidad de una Europa más unida, lo que favorece una defensa europea común.
Si echamos un vistazo a Italia, hay fuerzas pro-europeas en el panorama político: desde el Partido Democrático, que en Europa forma parte del grupo socialista europeo, pasando por los partidos de inspiración liberal, Più Europa y Azione, hasta las fuerzas que en Europa se refieren al Partido Popular Europeo. Pero no son suficientes: hay que convencer a la opinión pública italiana[2]; ya que una gran parte de los votantes sigue apoyando a las fuerzas populistas que están en contra del proceso de unificación europea como el movimiento 5 estrellas, la Lega de Salvini o los Fratelli d'Italia.
Estrechamente relacionado con la cuestión de la defensa está la energía: Desde hace tiempo, la geopolítica se ejerce también a través de la dependencia energética de los distintos países europeos. Italia, al menos en los últimos 10 años, ha aumentado su dependencia energética de las importaciones de gas de Rusia (hasta hoy en día esta dependencia equivale al 45% de las necesidades nacionales). De este modo, el consumo energético italiano financia a Rusia y sus políticas de agresión. La respuesta que debe dar Italia y, en general, Europa, no puede separarse de la reducción de su dependencia energética de países que no comparten los ideales de la paz internacional. Sin embargo, este objetivo debe perseguirse actuando no sólo a nivel nacional, sino también a nivel europeo. A la hora de buscar soluciones, es importante ser realista: el consumo de energía en todo el mundo aumentará casi un 50% de aquí a 2030 en comparación con hace diez años. En este contexto, la cuestión es cómo podemos imaginar la limitación del uso de combustibles fósiles y su compensación con combustibles alternativos. A nivel europeo, es posible pensar en los recursos necesarios para la investigación y el desarrollo de las energías renovables y para construir las infraestructuras necesarias. No se trata de un proceso inmediato, sino que requiere tiempo y recursos comunes.
En Italia, la dependencia del gas suministrado por Rusia ha aumentado en pocos años hasta alcanzar el 40% de las necesidades italianas. La guerra de Ucrania puede hacer que los europeos se den cuenta por fin de que los Estados por separado no tienen el peso y la capacidad suficientes para afrontar los retos de nuestro tiempo.
[1] L. Einaudi, Tipi e connotati della federazione. Discrendo di Comunità europea di difesa, en Lo Scrittoio del Presidente, Turín, 1956, 6-84.
[2] https://www.europarl.europa.eu/italy/it/scoprire-l-europa/speciale-euro… en el que la opinión pública italiana parece estar más preocupada por las cuestiones sociales y cuestiones económicas que a la construcción efectiva de una Federación entre los estados europeos.