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Migration as a Driver of Development and Knowledge Transfer.
La transferencia de conocimientos: los migrantes como palanca de desarrollo en sus países de origen

La transferencia de conocimientos de los migrantes se reafirma como fuente de esperanza para el avance de sus países de origen en el seno de la actual sociedad y economía del conocimiento.
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© Atalayar ©

Una lluvia fina de información nos empapa cada día con noticias sobre la migración. Con primicias que hablan sobre la dimensión (creciente) del fenómeno, sus implicaciones, o los desafíos y riesgos que supone. En ocasiones señalan los costos y también los beneficios que entraña para quienes migran; para sus países de destino, y sus países de origen (y sobre este tema, en parte, tratarán las líneas que siguen). A base de crónicas, reportajes, informes y un largo etcétera intentamos comprender el asunto y sus dinámicas. Como si nunca hubiéramos migrado: como si no recordáramos que todas las poblaciones que hoy habitan nuestro mundo son resultado de migraciones de otra época y que, en mayor o menor medida, en algún lugar del tiempo, nuestros ancestros habrán sido, sin duda, migrantes.

 

Por esta razón, no debería sorprendemos que la Organización Internacional de Migraciones (OIM) afirme en su Informe sobre las Migraciones en el Mundo 2024 que “la migración internacional sigue siendo un agente que impulsa el desarrollo humano y el crecimiento económico”. Como antaño, lo “sigue siendo” ahora, cuando “el mundo se encuentra en el punto medio de lo que debía ser una década crucial para el desarrollo”, según indica el Banco Mundial en su informe sobre ‘Perspectivas económicas mundiales 2023’.

 

Hace un año el fin de la pandemia COVID-19 nos cubría de optimismo. Hasta que entendimos que afrontábamos una coyuntura difícil e incierta, marcada por el mayor número de conflictos en 80 años -que abarcan Ucrania, Gaza o Sudán-; condicionada por los vertiginosos avances tecnológicos, sus ventajas y su notable problemática; lastrada por incipientes desafíos que ahondan en la desigualdad, y por los retos que no cesan, como el recrudecimiento de la urgencia climática, o la polarización progresiva de nuestras sociedades que, según señala el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en su Memoria Anual 2023, hace que sea más importante que nunca invertir en la búsqueda de soluciones de desarrollo para los países y las personas.

 

Es aquí, en este complejo contexto, donde convergen y se retroalimentan dos conceptos: desarrollo y migración. En su informe titulado ‘Migrantes, refugiados y sociedades’, dice el Banco Mundial que la migración “es una respuesta a las crisis y los desequilibrios globales, como las enormes brechas de ingresos y bienestar entre países”. Se refiere a esa migración cuyo alcance aumenta día a día, que conlleva inevitables cambios sociales e interacciones entre culturas, y que en este año, según la OIM, ha registrado 281 millones de migrantes internacionales en el mundo y una cifra récord de personas desplazadas que, a causa de los conflictos, la violencia u otras razones, han llegado a 117 millones y superan los datos más elevados conocidos de épocas recientes. Por su parte, Europa contaba, a enero de 2023, con 27.383.515 de habitantes originarios de terceros países, lo que supone un 6.1% de su población total, según el Informe Anual de Migración y Asilo 2023 presentado por la Red Europea de Migración en julio de 2024. En España, según el Instituto Nacional de Estadística (Estadística Continua de Población a 1 de octubre de 2023), la población inmigrante supera los ocho millones y medio de personas, lo que implica un 17,5% de la población total.

 

Parece el momento adecuado para profundizar en las oportunidades que ofrece la migración como agente capaz de alentar el progreso en este mundo. Es un entorno en el que prevalecen las economías basadas en el conocimiento y en el que los cambios demográficos llevan a una competencia global por el talento y a la movilidad internacional de capital humano. Lejos de pasar de moda, esta tendencia se intensificará pues, como avisa el Banco Mundial en su informe sobre ‘Migrantes, refugiados y sociedades’, los “países ricos necesitarán trabajadores extranjeros para sostener sus economías y cumplir sus compromisos sociales con los ciudadanos mayores; muchos países de ingresos medios, tradicionalmente las principales fuentes de migración, pronto tendrán que competir por trabajadores extranjeros, y muchos no están preparados para hacerlo, y los países de bajos ingresos tienen un gran número de jóvenes desempleados y subempleados, pero muchos de ellos aún no tienen las habilidades demandadas en el mercado laboral mundial.”

 

Resulta que todos los países, que las sociedades del conocimiento con sus economías del conocimiento, empiezan a ser verdaderamente conscientes de los interesantes efectos de la migración en relación con el desarrollo humano. Y que, además de lo obvio, que acabamos de describir, comienzan a dar importancia a la gran diversidad de transferencias, muchas bidireccionales -afectan a los países de origen y de destino-, que resultan más que provechosas y nacen de la migración.

 

Es el caso de la transferencia de conocimientos, que sitúa a los migrantes como actores del desarrollo en los países de destino y también en los países de origen. Estos beneficios se pueden referir a migrantes regulares e irregulares, así como a migrantes altamente cualificados y con menores niveles de cualificación (incluso sin estudios, ya que puede tratarse de conocimientos no académicos capaces de generar cambios importantes en sus comunidades de origen). 

 

Los países de origen, muchos caracterizados por ser economías emergentes y con frecuencia sin suficiente capital humano para competir con los que dominan la economía del conocimiento, podrían obtener un mayor aprovechamiento de estas transferencias de conocimientos si incorporaran la migración como parte integral de sus estrategias para reducir la pobreza y para integrar el saber en todos los sectores del aparato productivo, lo que garantizaría su crecimiento económico y su desarrollo.

Equality
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Para el Banco Mundial y otros organismos y expertos, es un hecho probado que los migrantes, los repatriados -que regresan al hogar equipados con nuevas habilidades y otros activos-, así como las comunidades de la diáspora transfieren ideas, innovaciones, tecnología y conocimientos, y que todo ello incentiva la creación de empleo y la modernización de los países de origen. Es la razón por la que animan a estos Estados a adoptar políticas y desarrollar iniciativas en cooperación bilateral con los países de destino de sus migrantes. Los que han seguido este consejo lo celebran, y recordamos, por ejemplo, la participación de Francia, en 2023, -enunciada por la Red Europea de Migración en su Informe Anual- en asociaciones de talentos de la Unión Europea con Marruecos y Túnez. Otro caso sería el proyecto Young Generation as Change Agents: un piloto implementado conjuntamente entre España y Marruecos en 2019 para ofrecer a 100 posgraduados marroquíes estudios en universidades españolas en sectores estratégicos de su país con el compromiso de regresar y poner en marcha sus ideas. Son solo dos ejemplos, pero hay muchos más y dan frutos. Significan prosperidad.

 

El impacto de la transferencia de nuevas competencias y conocimientos por parte de los migrantes en sus países de origen va más allá de la reducción de la pobreza; de revitalizar la economía del país; del fomento de la innovación; de su valor incalculable para el desarrollo personal, familiar y nacional, e incluso de fortalecer la integración de ese Estado en la economía global.

 

En este sentido, el Banco Mundial afirma en su Informe sobre ‘Migrantes, refugiados y sociedades’ que las transferencias de conocimientos pueden asimismo incluir la transferencia de normas institucionales y sociales al país de origen, convirtiendo a los migrantes en agentes de cambio con un efecto positivo en la calidad institucional; en la exigencia de rendición de cuentas y responsabilidad política, y en las normas de género: es el caso, por ejemplo, de los inmigrantes turcos y marroquíes en Europa, que han transmitido una visión liberal de los roles de género a sus comunidades de origen y tienden a tener menos hijos. Por otra parte, indica el Banco Mundial también en este sentido que la migración a países con empoderamiento político femenino se asocia con una mayor participación parlamentaria femenina en los países de origen.

 

Son tantos los beneficios que, además de velar por un retorno sin complicaciones para sus migrantes, algunos países facilitan la participación de la diáspora cara a un futuro provechoso. Dado el tema que nos ocupa -la transferencia de conocimientos- dedicamos unas breves líneas a las denominadas diásporas científicas, que pueden aportar parte de la solución al problema que supone para muchos países de origen la denominada fuga de cerebros. Son auténticas comunidades del conocimiento y se nutren de la movilidad internacional de científicos y profesionales cualificados que siguen comprometidos con sus países de origen. Se valen, entre otras herramientas, de las nuevas tecnologías para compartir información entre un gran número de personas, y también para contribuir desde la distancia a la prosperidad de su tierra originaria. Impulsan la investigación y pretenden la generación de nuevos conocimientos que hacen circular por el bien común y para ofrecer soluciones a cuestiones relevantes para sus países de origen. Es una forma, en definitiva, de valiosa transferencia de conocimientos.

 

Si estas tendencias se mantienen, si perviven el compromiso y las solidaridades, si continúan las ideas para facilitar la circulación y la transferencia de conocimientos en beneficio de los países en desarrollo, se abre ante nosotros un futuro de esperanza. Nos asomaremos a un mañana más libre, digno, equitativo e igualitario para toda la población.