Literatura
El “color culto” del Mediterráneo y sus 35 Premios Nobel de Literatura
Los datos avalan la amplia intelectualidad de las orillas que enmarcan el Mare Nostrum, y es que, entre otras estadísticas, sus olas bailan orgullosas al compás de las líneas escritas por los 35 premios Nobel de Literatura de nuestros países mediterráneos.
A fin de cuentas, hasta el mismo mar Mediterráneo tiene un “color culto”, tal como lo aseguraba uno de nuestros nobeles, Camilo José Cela: “El Mediterráneo es claro porque su color está puesto al servicio de su cultura. Los verdes y los azules de sus aguas, y los oros y los sienas de sus tierras, son unos verdes y unos azules y unos oros y unos sienas cultos no solo porque están expuestos a una luz meridiana, sino también porque están henchidos de tradición, porque han sido fijados hace ya muchos siglos”.
Sí, los verdes y los azules de sus aguas, pero también esos oros y sienas de estas tierras que atrajeron el nacimiento o nacionalización de nuestros escritores galardonados con el Nobel de Literatura en ocho de los países del Mediterráneo. Esto supone que son mediterráneas un 20,5 % de la totalidad de naciones (39) con intelectuales poseedores de este excelso reconocimiento literario desde que Suecia comenzara a otorgar los premios en 1901.
Francia, Italia, España, Grecia, Yugoslavia, Israel, Egipto y Turquía. Estos son. ¡Qué honrados deben de sentirse estos países por representar a la zona mediterránea con ese más del 20 % de la totalidad de países premiados con el Nobel de Literatura!
¿Pero por qué anteponer el nombre de los países al de sus intelectuales? ¿Acaso no fueron estos hombres (y una mujer) quienes alcanzaron la conquista del difícil premio Nobel? Prudhomme, Mistral, Echegaray, Carducci, Rolland, France, Benavente, Deledda, Bergson, Bunin, Pirandello, Martin du Gard, Gide, Mauriac, Jiménez, Camus, Quasimodo, Perse, Andric, Seferis, Sartre, Agnón, Montale, Aleixandre, Elytis, Simon, Mahfuz, Cela, Fo, Pamuk, Le Ciezio, Modiano y Ernaux, además de los nacionalizados en zonas mediterráneas Vargas Llosa y Xingjian.
Es sencillo y lógico que las naciones mediterráneas puedan sentirse orgullosas de sus escritores, pero ¿se sienten nuestros intelectuales orgullosos de sus países?
El nobel griego Odysseus Elytis bien claro lo tuvo desde el mismo momento en que pronunció su discurso al recoger el premio en Suecia. Ensalzó la luminosidad, la transparencia y las virtudes del lenguaje ante la necesidad de otorgarles la mayor visibilidad posible porque son más necesarias “cuanto más densa es la oscuridad que caracteriza a la época en que vivimos”.
En otra de las orillas de nuestro mar, el nobel Naguib Mahfuz, si no lo era ya en vida, alargó su sabia leyenda no solo en el Egipto que le vio nacer sino por todo el Mediterráneo tras su muerte hace ya casi 20 años. Siempre quiso anteponer la conciliación de la palabra frente a la adversidad de la posible irracionalidad entre dos culturas distintas y, a veces, enfrentadas, con el anhelado objetivo común de que los países de las distintas riberas mediterráneas no se alejaran tanto. “El trono da gloria”, admitía Mahfuz, “pero la felicidad depende de la sabiduría de cada uno”, agregaba a continuación en su obra Akhenatón, pues, en épocas de conflictos, “no necesitamos más territorios, sino más sabiduría para preservarlos”.
Tenía razón la escritora francesa Annie Ernaux cuando, no mucho después de recoger su premio Nobel en 2022, afirmaba contundentemente que “la literatura no está hecha para aportar soluciones”, aunque sí “puede intentar explicar una situación” ante una crisis política.
No se trata de hablar de los Intereses creados del nobel Benavente, ni de que nadie tenga Los monederos falsos de Gide, ni mucho menos de acusar a dirigente alguno de crear el Nudo de víboras de Mauriac, como tampoco de creer que vivamos La peste de Camus, ni de considerar que algunos de los países estén, como Pirandello, En busca de autor. Que no, que no es ninguno de estos ejemplos, por muy bellas obras que se consideren. Lo que de verdad interesa, o debiera interesar, a todos sin excepciones, es ese “perdón como camino hacia la paz”, por lo menos, “interior”, como dijo el turco Pamuk.
Y si, a pesar de ello, seguimos sin encontrar la ansiada solución, podemos buscar en la belleza de las palabras de la poesía, porque sus versos son, nada más y nada menos, el género artístico “de aproximarnos a lo que nos sobrepasa”, en palabras del versado Elytis. “¡Ah, sí, por cierto, los tiempos han sido siempre durtfiger (de indigencia) para el hombre! Pero, por su parte, la poesía nunca dejó de oficiar”.
Tampoco nos olvidemos de las palabras del nobel yugoslavo Ivo Andric cuando se atrevió a apuntar que “la grandeza de un país se mide por cómo trata a sus ciudadanos más vulnerables”.
Tal vez tengamos que buscar en El callejón de los milagros (Mahfuz) para conocer que la solución que cada vez más nos permita acortar una posible distancia de los países mediterráneos la tengamos aquí mismo, en nuestro propio -más nuestro y propio que nunca- Mare Nostrum.